Capítulo / Parte (La raíz de la sabiduría)
DE LIBROS Y ESCRITORES
Apenas una cosa entre las cosas
pero también un arma. Fue forjada
en Inglaterra, en 1604,
y la cargaron con un sueño. Encierra
sonido y furia y noche y escarlata.
Mi palma la sopesa. Quién diría
que contiene el infierno: las barbadas
brujas que son las parcas, los puñales
que ejecutan las leyes de la sombra,
el aire delicado del castillo
que te verá morir, la delicada
mano capaz de ensangrentar los mares,
la espada y el candor de la batalla.
Ese tumulto silencioso duerme
en el ámbito de uno de los libros
del tranquilo anaquel. Duerme y espera.
Poema Un Libro (Jorge Luis Borges)
Trascendiendo los géneros, trátese de novela, cuento, poesía, ensayo, aforismos, técnicos o de investigación, para un libro, para un guión de teatro, cine o televisión, lo cierto, es que los escritores dan forma a una casta particular. Pueden ser rebeldes, irreverentes, realistas o simplemente soñadores, exacerbados egotistas o prisioneros del seudónimo, pero definitivamente conforman una singular caterva de elucubradores mentales a los que no arredran ni los insondables límites de su, pocas veces, austera imaginación o infinita perseverancia investigadora.
El mundo no sería lo que es sin los escritores, quién sino ellos son capaces de transformar vidas individuales y hasta sociedades. Quién, sino ellos nos hacen recorrer el mundo conocido, y aquellos que ni siquiera existen más que en su pletórica mente, y hacerlo con tanto nervio y claridad, que recorremos un abanico de sensaciones que navegan entre la agonía y el éxtasis, aun con el consentimiento de saber que nos están mintiendo.
Ávido hacedor o voraz exterminador, el escritor lo puede todo, incluso convertirse en feraz progenitor y sus hijos, los libros, en sustancial vehículo de información, de allí su necesidad de existir. Porque la información es una forma de acceso a la cultura y la cultura es un paso importante y necesario en el camino hacia la búsqueda de la sabiduría. Yo sé que las grandes respuestas no están en los libros, pero los libros me señalan el camino. Luego, si no lo recorro, es un problema de mi propia estupidez.
Estoy convencido que los avances tecnológicos continuarán dando pasos agigantados y el mundo de las redes informáticas seguirá cambiando la historia, pero para un buen lector, nada podrá reemplazar el mágico momento en el que disfruta la lectura de un tradicional libro de papel. De la imaginación al manuscrito, del manuscrito al formato papel. ¡Qué odisea! Desde los grandes tomos enciclopédicos, hasta las pequeñas ediciones de bolsillo. Los de contenido oportunista, y fugaz presencia en las librerías y los grandes y por siempre reservados, incunables.
Del mega seller, al olvidado en la última pila de la mesa de saldos. Quiero sentir la ansiedad por saber lo que hay escrito en la página siguiente. Trato de no llegar tarde a la cita, pero no puedo apartar mis ojos y mi mente de ese libro, mientras disfruto de la sonrisa interior que me produce el recorrido de una línea tras otra y me obligo a la búsqueda del señalador que me permita volver rápidamente a ese instante de delectación espiritual….