Introducción (Pensamientos de un artista marcial)
En un libro escrito con anterioridad, me planteaba que un artista marcial es y al mismo tiempo no es una persona común y corriente. Lo es en cuanto luce y lleva una vida acorde a las reglas habituales de la sociedad, y, observado entre la gente no debería llamar la atención, ni por su forma de actuar ni por su cuerpo, que en definitiva se destaca no por sus cualidades exteriores sino por sus prestaciones.
No obstante, existe una diferencia sustancial entre un artista marcial y una persona que no lo es, y descontando sus habilidades técnicas y preparación física, está su cualidad más sobresaliente: su filosofía de vida y la calidad de su interrelación con el entorno humano, animal y objetal que le rodea.
La primera parte de este libro pretende esbozar una idea de la ética, la psicología y la moral de vida de un artista marcial, más no por ello ha de constituirse en un modelo doctrinario de cómo deben ser vistas determinadas cuestiones de estas disciplinas o de la vida en general; pues sería irreverente y presuntuoso de mi parte.
Intento, en cambio, reflejar las huellas del paulatino proceso llevado a cabo a través de los años, nutrido holgadamente por enseñanzas aleccionadoras, actos de confianza perdurable y fidelidad irreductible; pero también escarmientos y desengaños. Algo así como un compendio de experiencias, buenas o malas según el cristal con que se miren o el momento en que hayan llegado, todas convertidas, al fin, en conocimiento. Lecciones que, siendo producto de la causalidad, en el mejor de los casos se aquilatan y en el peor se desaprovechan descuidadamente, tan solo para confirmar que la vida del ser humano es una interminable sucesión de aciertos y errores en el largo camino hacia el discernimiento y la elevación espiritual.
Desaliento empero, a quienes esperan asombrarse con grandes elucubraciones mentales o frases meritorias provenientes de una mente preclara. Por el contrario, será para el lector un desafío, pues podrá comparar, criticar, acordar o disentir, según criterios y puntos de vista personales. Por esta razón entonces, éste es un libro para pensar en uno mismo, una buena excusa para reflexionar introspectivamente, a conciencia, sobre el muchas veces inextricable -no sólo para la mirada del profano- camino que las artes marciales abren al peregrino que quiera transitarlo. Por ende, estas páginas son una forma de meditar acerca de nuestra propia vida. Tal vez éste sea el mérito del trabajo y la mejor consecuencia de su lectura.
Años han pasado desde que con mi ignorancia a cuestas me asomé a este mundo ignoto de las disciplinas orientales y todavía hoy perdura en mí la mística que las envuelve: Más aún, la veo como parte indivisible de las mismas, así como las leyendas son parte de la historia de los pueblos. Creo que es uno de los motivos por los cuales no me resulta extraño, aún hoy, sorprenderme acicateado por interrogantes acerca de algunos ínclitos maestros constructores de la Vía.
No hablo únicamente de ese halo de misterio que circunda la vida de algunos precursores en diferentes épocas de la historia, de los míticos enfrentamientos del imbatible Miyamoto Musashi, de los actos pasmosos de algunos maestros chinos del tai chi chuan, o del nutrido anecdotario de la vida de grandes maestros japoneses o coreanos. Limitarme al asombro que producen hechos personales sobresalientes y casi únicos sería quitarle mérito a lo que considero fundamental, esto es, los aspectos espirituales, la evolución, el crecimiento interior, el conocimiento profundo de uno mismo, la elevación de la conciencia y la armonía con lo natural.
Es ante la magnificencia de estos últimos logros que las proezas físicas cobran grandeza, cuando se hace evidente la indisoluble necesidad de su alianza simbiótica con el desarrollo mental y espiritual, única condición que las hacen posibles.
El concepto de armonía y espiritualidad que concibo para las artes marciales tradicionales está enmarcado en una filosofía que considera a este aspecto como el objetivo último, la finalidad suprema, en tanto que las prácticas, el sacrificio, la constancia, el desarrollo técnico y corporal, los torneos, los viajes, el estudio, la lectura y la meditación son elementos indispensables para andar el camino, pero no constituyen la meta, sino apenas las herramientas a utilizar.
Este es un libro para pensar, decía, y el pensar pareciera ser trabajo de los filósofos; pero ¿no forjamos, acaso, nuestra propia filosofía de vida?
Es válido, entonces, preguntarse por los basamentos que determinan los principios de las artes marciales, el porqué de los razonamientos esgrimidos, la motivación de determinadas afirmaciones, los conceptos sobre la moral y las buenas costumbres, la ética. Por ello, en la segunda parte de la obra he procurado, y asumo que muy modestamente, compilar algunos conocimientos que quizá faciliten al lector entender la profunda raigambre que sostiene los pilares de las artes marciales.
Uno de los aspectos más complejos es alcanzar a comprender la evolución ideológica de estas artes desde su génesis, concatenándola luego con el giro profundo que han experimentado hace poco más de 100 años, y al mismo tiempo concebir que, en ese tránsito, su naturaleza no ha cambiado.
Sería muy angosta nuestra visión si pretendiéramos analizarlas extrapoladas del contexto general del comportamiento social del hombre, construido a la luz de las distintas corrientes del pensamiento humano, cuya fuente de inspiración se remonta a los chinos notables tanto como a los griegos ilustres. En esa extrapolación, dejaríamos de apreciar la influencia y el aporte que sobre el Budo han tenido determinadas religiones y escuelas filosóficas.
Dos deseos me animan, ya en el final de esta introducción.
Primero, no olvidemos nunca que la guía de un maestro es un bien primario y esencial en la formación de un artista marcial.
Segundo, el sabio Lao Tse afirmaba: “El saber hacer determina la calidad de la obra”. Por ello, desde lo más profundo de mi corazón, espero haber sabido hacer.
Daniel Antonio Spinato