Si así te sientes, entonces sabrás que tus estudiantes, discípulos o seguidores, no saben por sí mismos dar los pasos en la dirección correcta, hasta que comprendan que las experiencias de vida de los grandes es algo que únicamente se puede tomar prestado, pero que no les pertenece.
Muchas cosas querrán que tu les enseñes y mucho querrán sondear acerca de artes y ciencias. Sus ojos mostrarán el hambre de saber, que tu calma mente y justas palabras podrán mitigar.
No enseñes las materias, enséñales el camino que ellos habrán de recorrer, no muestres los atajos, déjalos que sufran el vértigo de no saber lo que vendrá hasta que vislumbren el correcto sendero por sus propias capacidades.
Aplaca la curiosidad de tus discípulos con confianza y serenidad; que aprendan que repetir de memoria el conocimiento de otros, no es verdadero conocimiento. Déjalos soñar, pero que sepan que son sólo sueños hasta que aprendan a plasmar con hechos sus deseos.
Utiliza el cincel de tus virtudes para mostrar las mejores de cada uno de ellos, pues tu bien sabes que son almas que tienen hambre de saber. Sólo serás maestro si tus entrañas así lo sienten y tus poros respiran ganas de dar.