El respeto es un valor primordial, y esto es así porque la consideración hacia los demás conforma un pilar en las relaciones interpersonales, sin embargo, en más de una oportunidad no se comprende cabalmente la necesidad de respetarse a sí mismo como conducta primaria y esencial. La deferencia por la propia persona, siempre que no se convierta en miramiento excesivo, es la fundación elemental que sostiene la integridad moral y espiritual de un individuo, en consecuencia, carece de sentido lógico mantener una conducta de respeto hacia el prójimo si nosotros mismos no nos queremos, otorgando la debida entidad a nuestros valores y capacidades.
En nuestra escala de valoración personal es muy importante eliminar conductas y actitudes negativas que no hacen sino generar vacilación o incluso, complejo de inferioridad.
En casi todos los tiempos (hoy más que nunca) la imagen social ha tenido una relevancia preponderante y una influencia notoria en la vida de las personas. Es interesante pensar que hay mucha gente que navega entre dos aguas y acaba creyendo que es, lo que piensa de sí misma (a veces) tanto como lo que los demás piensan de ella (otras veces).
Conocer quienes somos realmente, sin tapujos, sin dolor y sin reproches por nuestras falencias ni excesos en la autovaloración nos permitirá aceptarnos en la dimensión adecuada y más justa posible dentro de nuestra imperfección. Porque la convicción es necesaria y el esfuerzo vale la pena, podemos estar seguros de que si somos capaces de brindarnos el respeto que nos merecemos, vivir cada día será mucho más placentero.
De la obra: LA RAIZ DE LA SABIDURIA
