Escribí este poema como un sincero y humilde homenaje a una entrañable amiga. Los días son mudos testigos de lo mucho que la extrañamos.
EL ULTIMO VIAJE DE ELSA (por Daniel Spinato)
Intérprete virtuosa de su propia leyenda
pródiga en memorias su mente en calma,
con voz pausada y mirada firme que
asentaban su personalidad de gran señora.
Amiga de la reflexión, generosa en sus halagos
su bonhomía la acompañó hasta el último suspiro
cuando el empecinado sufrimiento se arrodilló
ante lo inevitable y el cielo se apiadó de su alma.
Liberado ya su espíritu de la tosca prisión corporal
dueña es de acariciar el misterioso más allá
y deleitarse con el celestial tapiz de la eternidad.
Nada tenía y, como todos, nada se ha llevado
aunque no sería justo decir que nada ha dejado.
Sus bienes eran el mundo todo, presente
en los relatos de sus viajes, en sus libros,
habitados por los más lúcidos y encumbrados,
en sus escritos, ensayos que acaso alguna vez
(ese es mi deseo) completen la metamorfosis
y pasen del audaz lápiz a la tinta indeleble.
Y hasta ese viejo sillón, cansado, que supo contener
su grandiosa humanidad (no en sentido figurado)
finalmente gastada por las horas,
los días y la impiadosa y feroz adversidad.