AUTOCONFIANZA

Por Daniel Spinato

 

El vendedor de lanzas y escudos.

En el reino de Chu vivía un hombre que vendía lanzas y escudos.

-Mis escudos son tan sólidos –se jactaba- que nada puede traspasarlos. Mis lanzas son tan agudas que nada hay que no puedan penetrar.

-¿Qué pasa si una de sus lanzas choca con uno de sus escudos? –preguntó alguien.

El hombre no replicó.

(Jan Fei Dsi)

 

La confianza en uno mismo es una cualidad indispensable para poder enfrentar con serenidad las vicisitudes que la vida nos presenta todos los días, pero debemos tener presente que:

 

Algunos tienen una excesiva confianza en sí mismos.

Algunos no tienen confianza en sí mismos.

Se dice que los extremos siempre son peligrosos.

 

La fé en uno mismo debe estar basada en el conocimiento de las propias y auténticas condiciones que tienen la influencia de la herencia y del mandato familiar. Ser una persona segura y con convicciones está ligado a la  competencia y tiene que ver con la maduración, la organización emocional, relacional y cognitiva, y esto se construye desde los primeros tiempos y a lo largo de los años. Ser competente en la vida posibilita la alegría de hacer por sí mismo, asegura un buen desarrollo, facilita tomar parte en las decisiones, permite elegir opciones y adquirir nuevas experiencias, enseña a salvar obstáculos, ayuda a madurar, a independizarse y eliminar ataduras. No obstante, para ejercer nuestra aptitud es necesario que seamos autónomos, es decir, competentes para hacernos cargo de la responsabilidad de nuestros actos.

De aquí, la relevancia de los mayores desde su rol de padres, educadores o líderes en los diferentes estamentos de la sociedad, en la formación del niño (futuro joven, futuro adulto activo en la toma de decisiones), pues son quienes tienen los distintos grados de responsabilidad para generar adecuadas condiciones en las etapas más críticas y significativas del crecimiento y la maduración. El rol del adulto es decisivo pues el ambiente psicosocial en el que se desenvuelve y la forma en que lo hace tiene un efecto concreto sobre su descendencia. De esta forma, dificultades y fracasos pueden significar aprendizajes positivos o sentar las bases de frustraciones permanentes. El niño (y en ocasiones el adulto), debe romper estructuras (en un espacio lúdico) para luego volver a edificar nuevamente. Esto le da confianza en su competencia y accionar, fortaleciendo su psiquis y su autoestima frente a los desafíos.

Aunque sea reiterativo, nunca es suficiente decir que la mayor fuente de confianza está en nosotros mismos, compartiendo espacio con debilidades y fortalezas, y es precisamente el conocimiento de ambas lo que nos permitirá acceder a una actitud positiva y convincente en los distintos órdenes de la vida. Esta capacidad se va estructurando en la primera infancia. Por eso el papel de la familia (y de todos los educadores sociales) en la relación crianza/aprendizaje de los niños, forma parte de un tejido fundamental en el proceso de adquisición de valores que irán constituyendo el perfil personal.

A medida que el proceso de crecimiento y desarrollo de una persona se va llevando a cabo, va apareciendo con claridad la relación directa entre el sentimiento de confianza, fortaleza y determinación y el conocimiento de uno mismo, porque gran parte de las situaciones habituales de la vida diaria tienen una interconexión con el grado de conocimiento que cada uno tenga de sí. Lejos de ser un simple juego de palabras veamos cómo se expresa un concepto habitual en el ámbito de las artes marciales, pero que es aplicable a cualquier área de la vida:

 

El que no conoce a su adversario y no se conoce a sí mismo, no tiene probabilidad de vencer.

El que conoce a su adversario y no se conoce a sí mismo, probablemente perderá.

El que se conoce a sí mismo y no conoce a su adversario, tiene tantas posibilidades de ganar como de perder.

El que se conoce a sí mismo y conoce a su adversario tiene la victoria asegurada.

 

Lo dicho vale en el terreno de los afectos, en el laboral o en el campo que sea. No todo es conflicto aunque este suela estar latente y nuestra actitud siempre va a depender de cómo nos veamos y como veamos a los demás. Creer en uno mismo es básico, pero conocernos es prioritario para descansar en la seguridad de nuestras capacidades reales que se apoyan en tres ejes: Saber, Poder y Querer, y aunque ello no va a lograr emancipar todas nuestras dudas, podremos enfrentar el devenir diario con más y mejores probabilidades. El éxito y el logro de nuestros objetivos comienzan a gestarse en nuestra mente, si primero no los visualizamos y tenemos fe en las posibilidades propias entonces no sucederá, pero si por el contrario estamos convencidos de llegar hasta un punto, difícilmente nada ni nadie podrá impedir que hagamos nuestro mejor esfuerzo en pos de lo que anhelamos.

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