Por Daniel Spinato
El material genético y la herencia biológica determinan ya en la morfogénesis de nuestra gestación, con qué características llegaremos al mundo. Esto, que parece una verdad de Perogrullo es muy interesante para tenerlo en cuenta.
Que sea una realidad común a todos los seres humanos no implica que tengamos plena conciencia de la misma, sin embargo sería importante tenerla y que a partir de allí podamos programar nuestras metas sobre una base coherente y ajustada a posibilidades reales de cumplimiento posible. Este es un principio aplicable a muchos campos de la vida.
Hay casos en los cuales, personas con una capacidad superior para el desarrollo de alguna actividad desde muy temprana edad, han nacido con la humildad suficiente como para evitar el agigantamiento de su ego. Es la magia de su natural talento el que los conecta armónicamente con su entorno y no los ambiciosos brazos de su egotismo.
Otras personas naturalmente muy talentosas, son también grandes ególatras.
Hay quienes respondiendo ontogénicamente a los patrones actuales en materia de belleza corporal, desarrollan una actitud narcisista.
En cualquier caso, si la gente comprendiese que haber nacido con inteligencia, talento o atributos y cualidades físicas notables no ha sido un mérito personal, sino, obra de la naturaleza de la gestación humana, entonces otra sería la historia de las relaciones interpersonales.
