Que el pasado no sepulte nuestro presente
y que el presente no olvide nuestro pasado,
porque las mieles dulces de esta realidad
tantas veces se nutrieron de las hierbas amargas
de otros tiempos.
Sólo llega a la boca crocante y sabroso un pan
si el empeño, la dedicación y un arduo trabajo
precedieron al calor ardiente e incomparable del horneo.
Tan sólo así pudieron dos almas imbricarse
en el camino de un destino compartido,
tan deseado como inesperado,
tan esquivo como impredecible,
tan racional en su imperfección,
tan humano…