Por Daniel Spinato
Y ahora que has caído en el abismo del olvido,
quién sabe por dónde vagas errante hoy
paseando tus penurias de recuerdos,
llenas de momentos gloriosos y protagonismo pleno.
Tu, Honor, que otrora te enseñoreaste
entre las vidas de muchos que te celaban
como el lancero a su señor o el samurái sin amo,
capaz de dar la vida ante el intolerable
miedo agónico de perderte.
Tú, antes dueño y
guía absoluto de nobles conductas
y meritorios procederes;
destinatario cierto de intrépidos oprobios,
qué es de ti, hoy,
libre de tus ímprobas tareas de antaño,
intentando sobrevivir en un mundo
que te ignora y persiste en su errática marcha
transitando caminos de anomia e indiferencia.
Ya no hay espíritus belicosos
buscando mancharte
sabiendo que no recibirían ni debilidad
ni complacencia.
Has caído en desgracia cercado
por la cruel ausencia de virtud
y nobleza en este mundo de dislates.
Ya no reinas entre vigorosos caballeros
ni callas esas agudas lenguas procaces, pues
frente a tanto disparate,
muy pocos valoran el preciado bien
de una digna honorabilidad, pero
muchos más ni siquiera advirtieron tu existencia.