El combate Supremo

       Actuar bien o actuar mal depende de cada uno, no debemos  hallar excusas para justificar nuestros procederes. Es bien sabido que arrastramos nuestras miserias por la vida y efectuar la auto depuración es tarea común a todos los humanos.

       Sin tener una visión maniqueísta de la vida, debemos aceptar que hay personas de espíritu bueno y personas de espíritu malo y aunque el espíritu, algo incorpóreo, etéreo y permanente, no se vea, es quien ejerce la mayor influencia sobre nuestra vida.

       Nosotros vemos el cuerpo porque es material, pero dejamos la estela de nuestro paso por todo lo actuado, de allí, que una gran tarea para los artistas marciales, es, no solamente la de fortalecer el espíritu sino la de mejorarlo, porque el espíritu, el alma, y no nuestro cuerpo, es quien va a trascender más allá de nuestra vida terrenal.

 

       Son entonces, las profundas huellas de las acciones bien intencionadas y vacías de maldad las que prevalecerán, dando probidad a nuestro desempeño cotidiano, llegando así a las generaciones venideras, aun después que nos hallamos ido físicamente.

       De esta manera se comportaron muchos maestros que han trascendido por su dedicación ininterrumpida y clarificada y nosotros tenemos su legado y la obligación de legar, porque las artes marciales y la vida misma están en evolución permanente a través de sus actores, los seres humanos.

       Honrar los principios éticos y morales de las artes marciales debe ser nuestro faro en la tormenta.

       Si nos equivocamos debemos decirlo y corregirlo, si ofendemos debemos arrepentirnos de corazón y de palabra.

       No juntemos aliados y voluntades, ni forjemos animosidad en contra de un semejante para apoyar nuestros puntos de vista, porque esa conducta hiere los principios rectores del arte marcial, transfigurándonos en instrumentos de la procacidad.

       Los maestros no se forjan de esa manera, porque ese actuar está alejado del sendero de la humildad y el crecimiento.

       Preguntémonos siempre, qué efecto tendría en nosotros eso que queremos hacerle a otra persona.

       Los grandes discípulos, son grandes por su conducta antes que por sus conocimientos, así intentan alcanzar la maestría de su maestro.

       El espíritu malo debe ser trocado en bueno para que exista evolución imperecedera.

       Sólo el entrenamiento del cuerpo, no es suficiente, hay que entrenar nuestra mente para enaltecer el camino, porque la mente es el mecanismo superlativo que hay que saber utilizar para las mejores metas y más altruistas fines.

       Así entonces, cuerpo, mente y espíritu, transitarán juntos la misma senda, y como artistas marciales hemos de aceptar que deambulen separados en tiempos turbulentos, empero será, nuestro norte inexorable, la comunión de esta trilogía elemental, únicamente factible como fruto de nuestro obrar equilibrado.

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