Por Daniel Spinato
¿Qué quiere decir, sufrir desgracias es propio de la condición humana?
La causa de que yo sufra desgracias
es que poseo un cuerpo.
Si no tuviese un cuerpo
¿Qué desgracias podrían ocurrirme?
(Lao Tse. Tao Te Ching).
A propósito de uno de los clásicos de la filosofía taoísta, el Tao Te Ching, cuya lectura proporciona un profundo placer: Gracias a la gran cantidad de información de la que disponen las sociedades de hoy en día, son bastante conocidos los beneficios de dedicarle algunas sesiones semanales a una actividad física programada y sistemática que nos permita mantener en buenas condiciones de funcionamiento todo el organismo. Algunos consideramos relevante poner a punto las capacidades corporales a través de una actividad rigurosa y constante que explore los límites de nuestra resistencia física y por ende, mental.
Sin embargo, no es poco frecuente escuchar expresiones como:
Mis ocupaciones no me lo permiten.
No tengo tiempo.
La actividad física no va conmigo.
No puedo gastar dinero en un gimnasio.
Ya estoy grande para eso.
Y muchos otros etc.
Todas las opiniones son respetables aunque no coincidan con nuestro pensamiento, ya que cada vida es única y particular y su realidad sólo la conoce su propio dueño.
De todas formas eso no impide reflexionar al respecto. Los seres humanos no somos entidades etéreas, y en tanto tengamos un cuerpo que nos transporte por la vida, es muy sensato ocuparse en su mantenimiento. Después de todo, cuidamos la casa donde habitamos, arreglamos el jardín para que esté bello y limpio, atendemos el automóvil para que funcione correctamente, como tantas otras cosas materiales incluyendo un simple electrodoméstico, entonces ¿por qué no hacerlo con nuestro propio cuerpo?
Si velar por un estado eficiente del cuerpo no es importante, de igual modo y por el absurdo se podría argumentar acerca de la no necesidad de cultivarse intelectualmente, acumulando horas y horas de lectura a lo largo de los años. O presuponer que no justifica ocuparse del espíritu, con miras a fortalecerlo, aplacarlo, educarlo, como un medio para superarse.
De lo anterior surge que según las convicciones personales uno puede decidir ocuparse de trabajar su cuerpo en forma disciplinada, o convertirse en esponja de biblioteca o simplemente ocuparse de cultivar su espíritu. Pero hay quienes deciden ir un poco más allá, trabajando su cuerpo y estudiando, o estudiando y cultivando su espíritu, o trabajando su cuerpo y su espíritu. Por último, están aquellos que intentan el camino de la integralidad, y son los que optan por ocuparse en el mantenimiento de su cuerpo, cultivarse intelectualmente y fortalecer su espíritu. Son todos ellos caminos válidos y de libre acceso según los intereses personales, pero es muy importante tener en cuenta que como el equilibrio y la simetría dentro de un caleidoscopio, todas las partes deben estar presentes en cada acto cotidiano y de esa manera transitaremos el camino de la armonía. Por ello, tal vez sirva recordar siempre, que no encontraremos la satisfacción explorando únicamente un solo lado. ¿Difícil?, no cabe ninguna duda. Por eso es de un valor tan preciado tomar una sabia decisión.