EL MARAVILLOSO PLACER DE LA LECTURA

Por Daniel Spinato

Aristóteles distinguió tres modos de vida que los hombres podían elegir con libertad, independientemente de las necesidades propias de la vida de relación. Esas tres formas de vida tienen en común el interés por lo bello, es decir por aquellas cosas no necesarias ni meramente útiles. Desde aquí entonces me voy a referir a algo bello que no es meramente útil, específicamente al maravilloso placer de la lectura.

Si tuviera que resumir en un enunciado lo que significa la lectura para el ser humano, diría sencillamente “ampliación general del horizonte personal”, lo cual dice mucho más de lo que la simple frase parece expresar.

No es la idea nombrarlos pues la lista sería demasiado extensa pero podemos decir que hay libros que han cambiado el mundo, y esto incluye obras de grandes filósofos, ideólogos y científicos cuyas teorías y concepciones del mundo han modificado paradigmas, historiadores, novelistas y poetas, cuyos textos nos han persuadido sutilmente a rendirnos ante el embrujo de alguna lectura cautivadora.

O hay acaso mayor placer para la mente y el espíritu que recorrer los intrépidos senderos pergeñados en la ávida mente de un escritor, cuyas palabras nos guían o nos enredan, nos deslumbran o nos asustan. Ávido hacedor de historias o realidades que aún no existen, estos peregrinos de las letras nos muestran mundos mágicos o abismos aterradores, quiebran teorías aceptadas, descorren el velo de la historia o nos roban lágrimas en la vanidad de un poema.

Pero lo cierto es que estudio, investigación, inspiración y un apetito voraz por las letras, es lo que define esa melodía literaria que sólo puede emerger de las páginas de un libro. El buen lector sabe que dejarse envolver con los sutiles peplos de la imaginación o la erudición profunda, puede cambiarnos la vida, hacernos reflexionar, descubriendo nuestro mundo interior como nunca lo habíamos visto.

Tal vez esa palabra buscada o una idea soñada, quizás un aliento motivador o un consuelo inalcanzable, o la respuesta a un misterio que no podemos comprender, se halle oculto en los recónditos vericuetos de las páginas de algún libro. O tan sólo la eterna belleza que acaricia el alma, lejos del placer terrenal, allí donde la materia no importa, donde sólo reinan las sensaciones interoceptivas que involuntariamente se descargan como consecuencia de la lectura.

El libro es todo eso y mucho más, y el placer de la lectura abarca un mundo de sensaciones que nos renueva porque finalmente generan pensamientos que culminan en la contemplación. El libro es un medio sin duda, y si la inmortalidad para el hombre significa duración en el tiempo, entonces el escritor trasciende con sus obras y perdura más allá del exiguo periodo de vida humano.

La lectura es una invitación abierta y permanente a explorar las riquezas de la cultura y tradiciones tanto propias como foráneas. Finalmente la lectura es educación que nos aleja de la ignorancia, una de las grandes debilidades de la humanidad. Leyendo ampliamos horizontes como mencioné al principio, pero también aprendemos a discernir y a clarificar nuestros pensamientos ayudados por otras visiones y otras ideas. El saber contenido en los libros, aliado inseparable de realidades cotidianas o enfrentado a las mismas nos enseña que hemos de abrevar en más de una fuente para enriquecernos, tomando conciencia de lo que ha significado para la humanidad, la metamorfosis del lenguaje hablado vuelto en texto. Pensemos en ello.

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