Un lamento por Argentina, ya pasadas las Elecciones Primarias del mes de agosto de 2011. Es para ponerse muy triste, no por el resultado en sí mismo, sino por todo lo que significa. Y quienes no comulgamos con el promedio del 50% que votó al actual Gobierno Nacional encabezado por Cristina Fernández, estamos, como decía Borges, absolutamente “unidos por el espanto”. Y qué otra cosa nos queda, sino ser protagonistas de una realidad social cuya pobreza de valores y principios, está, quizás, en los niveles más bajo que uno pueda recordar.
Me resulta en extremo difícil no sucumbir a la necesidad de adjetivar situaciones o discursos representativos de los innobles que nos gobiernan desde el Poder Ejecutivo Nacional y las provincias, viles e insoportables como un yugo, con el agravante que por lo menos por ahora, parece poco probable lograr un cambio.
En el mismo sentido vemos con dolor e impotencia como la herramienta mas valiosa de la democracia, el voto, se ha convertido en una gran espada de arcilla para enfrentar a un adversario con armadura de hierro. ¿Qué votaron quienes votaron la continuidad?, ¿qué votaron los que no los votaron?, son dos preguntas interesantes. Yo no los voté porque son autoritarios y desfachatados. ¿Mentirosos y corruptos?, no puedo afirmarlo ya que seguramente sería querellado por calumnias e injurias, pues no tengo fueros, soy sólo yo y mi alma. Contrariamente a lo que vengo haciendo, (anular el voto) voté a otro candidato con la idea de sumar voluntades a una fuerza que sacara del escenario a la gentuza que nos gobierna, pero fue inútil. Quiero votar con inteligencia, pero no puedo, porque no hay una oposición constructiva, ya que los candidatos que se ofrecen como una opción viable, han demostrado hasta el último instante, no tener capacidad política y habilidad suficiente para lograr acuerdos y consensos con otros candidatos (ni mencionar plataformas programáticas y objetivos claros), mucho menos entonces podrían enfrentar el desafío inmenso de conducir a 40 millones. No son capaces de entender que para ganar hay que ceder. Para recibir, primero hay que dar. No se puede elegir entre el cielo y el infierno. La vida no es así.
La Argentina hoy, es un gran espectáculo circense donde abundan protagonistas diversos, capaces de vomitar los discursos más absurdos que uno podría imaginar. Funcionarios mentecatos, periodistas indignos, actores en el peor papel de sus vidas, artistas pronunciando frases dignas de un estúpido y pseudo intelectuales cuyas defensas del actual modelo socio económico proceden con una obscenidad intelectual y un cinismo que da nauseas.
La Argentina hoy, es una Nación con escasa cantidad de patriotas, aunque los hay en todas las áreas, con inteligencia y sagacidad, erudición y templanza, honestidad y nobleza, capacidad y experiencia; ¿y entonces? El grave problema, es que son pocos, los honestos no somos suficientes y estamos desorientados, como en la “tierra de nadie”, donde uno puede perder la vida de un momento a otro, donde viajar es una aventura, estudiar innecesario, trabajar no se justifica, y la cultura es un bien a esquivar.
Es angustiante reconocer que una inmensa cantidad de argentinos ignorantes se regocijan en la chatura de su vida, sostenida por el suero vital de los planes, las asignaciones familiares, las dádivas clientelistas o la cobertura de un sindicato que les permite percibir un salario sin producir un ápice. Han llegado de tal forma, al summun de la concepción más fatalista posible para una sociedad, que es la aversión lisa y total a la cultura del trabajo, el sacrificio, el respeto por el prójimo y la idoneidad entre otras necesidades democráticas vitales. A ellos les viene de maravillas una realidad con falta de justicia, de educación, de seguridad, de control ciudadano, con libertades irrestrictas, sin límites.
Pobres de ellos, no saben que están enfermos.
Pobres de nosotros, que a brazo partido, evitamos el contagio viviendo en medio de la contaminación, intentando a costa de todo, continuar inculcando en el seno de nuestros hogares, los mejores patrones de conducta y las mas adecuadas matrices de aprendizaje para nuestros hijos, sabiendo que la bestia acecha afuera, y se mete en las casas a través de los medios de comunicación. Aun así, luchamos, con el ejemplo del trabajo, la honestidad, la disciplina.
Este gobierno, paradigma del autoritarismo intolerante, putrefacto en sus entrañas y anómico por naturaleza, es una fiel expresión de la antítesis de la democracia. Son amigos de los peores, y se quieren subir al podio de los mejores, y su necedad no les permite darse cuenta que su imagen especular jamás será la que ellos desean. Su brutal desparpajo en el manejo de la cosa pública, tampoco les deja ver, que el monstruo que alimentan, tarde o temprano se va a devorar, sino a ellos, a sus próximas generaciones.
Quiero que mi Patria sea digna de ser nombrada y no quiero seguir encontrándola en el fondo o en el tope de las estadísticas que dan vergüenza. En una época pensaba que uno podía cambiar la realidad, luego me decía que mis hijos iban a ser protagonistas de un cambio en Argentina, más tarde, pasé las esperanzas de una transformación social a mis nietos. Hoy, estoy simplemente anonadado ante tanta barbarie política, social e intelectual.
Un deseo me anima en este final: Deseo con toda la fuerza del corazón y la mente, que ojalá a ningún otro país le pase lo que nos pasa a nosotros. Sabiendo, que aquí no vale el “hay otros peores”, pues no es mirando las desgracias ajenas como se encuentra alivio en las propias. Cada realidad personal es única, cada hogar es un mundo y cada país….
Por todo esto un profundo lamento, por nuestros mayores engañados y estafados, por tantos adultos conscientes pero impotentes, por nuestros jóvenes desorientados y defraudados y por todos los niños argentinos que crecerán y madurarán bajo el imperio de la idiotez de un grupo de vulgares e inescrupulosos.
Daniel Antonio Spinato, agosto de 2011.