EL CAOS DE UNA NACIÓN SIN RUMBO

Por Daniel A. Spinato

Estamos viviendo una situación de caos en donde la moral y la ética de la ciudadanía argentina están jaqueadas por la mentira la desidia y la incapacidad de quienes tienen la responsabilidad de gobernar, y siendo justos, por una significativa cantidad de argentinos, que hacen de la degradación de las normas sociales, una conducta permanente.

Buscar los términos adecuados para describir la situación social y económica de nuestro país resulta una tarea del todo infructuosa, en tanto es muy difícil hallar las palabras que revelen las verdaderas y penosas circunstancias de vida que nos toca atravesar, a cada uno en su propia y cruda dimensión.

Absolutamente bastardeada la justicia argentina, desde adentro y desde afuera, es simplemente una no justicia. En cualquier sociedad sana (aun con las falencias propias de todo grupo humano), la justicia ha de tender hacia la virtud y el mérito buscando el bienestar y el equilibrio, pero no sucede así en la Argentina.

La educación debe ser integral para poder desarrollar las energías físicas, morales e intelectuales en forma simultanea. pero nuestro sistema educativo se ha desviado de toda coherencia y ha sido reducido a una mínima expresión, como perfecta fórmula de garantizar la ignorancia masiva y un modo simple y alevoso de generar argentinos pobres e ignorantes, cuando no analfabetos.

Políticos embebidos en sus propias ambiciones personales, que dan muestra de una evidente falta de capacidad para ocupar cargos públicos, sin entender que la persona ha de honrar el cargo y no a la inversa. Concejales, legisladores provinciales, intendentes, gobernadores, diputados y senadores de la nación llevan adelante gestiones visiblemente separadas de las necesidades de la población a lo largo y a lo ancho de todo el territorio nacional desoyendo el clamor de tantos argentinos de bien, muchos de los cuales hicieron posible, a través del voto, que ellos ocupen los cargos que hoy desempeñan.

En este derrotero algunos políticos son pobres de intelecto, en tanto otros son perversos intelectuales, que cual bestias irracionales, corren desenfrenados y sin tapujos detrás de sus ambiciones personales, perdurar en los cargos y enriquecerse con los fondos públicos. Objetivos tan aviesos como paupérrimos, que obviamente están a su medida, porque en un estado verdaderamente democrático jamás tendrían chance alguna de surgir.

Gran tristeza, inmensa tristeza, produce ver como la democracia argentina es apenas un título sin contenido que va apagándose y terminará como una mancha lamentable en la historia. Un presidente desdibujado, agresivo, y habituado a la mentira obscena, totalmente atrapado por su universo de hipocresías y falsedades, carente de toda dignidad. Una vicepresidente de la nación manipulando desde las sombras y distribuyendo a diestra y siniestra sus antinaturales modos de proceder en todos los ámbitos, haciendo de la falta de respeto y el atropello, su silenciosa bandera de batalla que lleva como estandarte un autoritarismo explícito que brota de todo su ser con el servicio incondicional de los siervos que la rodean.

Si es cierto que el mundo es lo que hacemos de él, que nosotros creamos nuestras penas y felicidades, entonces, qué pasa con los argentinos que no reaccionamos en conjunto ante tanta barbarie política, judicial y educativa. Cómo puede una importante parte de la sociedad apegarse al fracaso, década tras década, soportando flagelos y humillaciones provenientes de los mismos eternos protagonistas.

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