SENTAR LAS BASES PARA CREAR UNA SOCIEDAD SANA

Por Daniel Spinato

Vivir es toda una tarea sobre la cual vamos aprendiendo desde el momento en que nos asomamos al mundo. Desde el instante mismo en que el bebé efectúa su primera respiración fuera del útero materno, se despliega ante él toda una gama de desafíos que ha de resolver, con el fin de adaptarse para transitar esa ruta a la cual llamamos vida terrenal.

La adquisición de nuevas competencias que el infante paulatinamente irá adquiriendo, conforman las herramientas fundamentales con las cuales afrontará cada situación que se presente, camino a la tan ansiada autonomía, que en distintos momentos le permitirá desenvolverse por sí mismo, es decir, ser independiente en la acción y toma de decisiones. Es por ello que la función motriz durante esa etapa del desarrollo está orientada hacia las relaciones con el mundo circundante.

Es entonces fundamental comprender el decisivo rol del adulto, cuya obligación (no sólo parental) es establecer el adecuado contexto que proporcione las condiciones necesarias de hábitat, alimentación y contención afectiva, para que el niño, aún endeble y dependiente, vaya desarrollando en todo su potencial posible sus capacidades motoras y cognitivas sin las cuales no podrá alcanzar los adecuados estadios de autonomía necesarios para cada ocasión.

Cabe preguntarse entonces si estamos haciendo como adultos, todo lo que esté a nuestro alcance para proveer a los niños de las condiciones y las herramientas que necesitan para desarrollarse y formarse como miembros útiles de la comunidad.

Es importante saber si estamos guiando con eficiencia y sentido común, en nuestro rol de padres, educadores, formadores de opinión o servidores públicos en cualquier área, de manera tal que los menores vean en cada uno, el modelo de ciudadano que se requiere para conformar una sociedad digna de ser vivida.

Cada niño debe tener la oportunidad de desarrollarse plenamente en función de sus propias capacidades.

Debe aprender cuáles son sus límites, y entender que existe otro al que hay que respetar y que también tiene sus propios límites.

Debemos inculcar sanos patrones de conducta y establecer modelos de personas basados en una buena educación, con la premisa del esfuerzo propio, el trabajo mancomunado, el respeto, la solidaridad y la empatía con nuestros semejantes.

Sólo así podremos tener más oportunidades ciertas de construir una sociedad en la que podamos vivir con dignidad.

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