Por Daniel Antonio Spinato
La vida es un nudo que a veces oprime y a veces afloja un poco para que podamos respirar. La muerte sobreviene cuando el nudo se desata completamente. Según Schopenhauer “es la destrucción violenta del error fundamental de nuestro ser, el gran desengaño”.
Sin adherir por completo a la habitual mirada pesimista del filósofo alemán, podemos convenir que son muchas las ocasiones en las cuales la vida está lejos de ser complaciente y benévola y más se parece a un campo minado en donde a cada paso corremos el riesgo de pisar una trampa.
Que es tener “una buena vida”, o acceder a necesidades mínimas
Desde luego, para quienes dicen tener “una buena vida”, esto no está dentro de sus posibilidades, pero en cambio aquellos que sobreviven en la marginalidad en cualquiera de sus aspectos, sin acceso a las necesidades mínimas, día tras día, esto es un hecho real y concreto.
Por supuesto, no es lo mismo vivir en un país serio, que transita bajo el imperio de normas comunes que toda sociedad sensata ha de respetar, que hacerlo en uno donde la anarquía y el imperio de la irrespetuosidad por la ley y nuestros congéneres sea la forma de vida habitual.
Tal vez sea alguna condición indescifrable (al menos por ahora) que el destino haya decidido que nuestro nacimiento haya sido en determinado ámbito geográfico del planeta tierra y no en otro, que nuestras condiciones de vida sean las que tenemos y no otras que podríamos haber tenido (mejores o peores), no importa.
Lo que sí importa finalmente, es cómo nos plantamos frente a lo que nos toca vivir, ya que ello es lo que nos define como personas.
