Por Daniel Antonio Spinato
La República Argentina es una nación en llamas desde hace bastante tiempo, las instituciones de la democracia han perdido irremediablemente su rol y su poder esencial. Hoy son cáscaras vacías de contenido con algunos estertores de dignidad en casos aislados.
Con pocas y honrosas excepciones, los políticos, los sindicalistas y los empresarios, expresan el rostro más fiel de una sociedad que perfila un rumbo siniestro en donde la anomia y la anarquía son los faros que nos conducen hacia la cumbre de la ignorancia, la falta de instrucción y la esclavitud que se deriva del ocio y el rechazo al trabajo digno.
Somos, sin lugar a duda los parias del mundo, un mundo que no es perfecto e incluso no es justo, pero que tiene grandes visos de razonabilidad y sentido común en sus acciones y en la certeza de su rumbo, algo que se puede apreciar en la continuidad de las políticas públicas que no se alteran, sin importar el gobierno de turno. Nadie pide que los países de nuestro planeta sean perfectos, pues el ser humano es imperfecto por naturaleza, pero las sociedades humanas buscan un bienestar común para poder vivir y en ese tránsito enfrentan múltiples avatares. Algunas tienen mayor éxito que otras, pero en general tienden a superar obstáculos y no cometer los mismos errores.
Líderes y liderazgos en Argentina y el Mundo
En muchos países surgen líderes mesiánicos como la esperanza salvadora, extremistas que provocan caos y sufrimiento social, algunos han logrado acceder al más alto sitial de poder, pero duran poco tiempo, otros logran perpetuarse en el poder, pero son los menos porque, aunque las sociedades tienen anticuerpos, hay algunas excepciones, como la sociedad argentina, cuyo sistema inmunitario es en extremo débil y complaciente, con la consecuencia lógica de su autodestrucción.
Argentina es un caso extraño, porque el mal no surge de un líder que se vuelve malvado. La gente honra su propia simiente, el malo nace malo y puede exacerbar sus desviaciones en un medio que le es propicio. Así, es la propia sociedad argentina la que, en su ignorancia, los promueve otorgándoles méritos que nunca han tenido, son gente que parece, pero no es. En Argentina se suele ensalzar a muchos por los títulos que ostentan, aunque no tengan relación con sus capacidades reales y la idoneidad que se requiere para determinada función, pero al mismo tiempo pueden elevarse a los mayores sitiales de poder a quienes escasamente tienen las luces y la probidad mínima para redactar una nota o para a expresarse oralmente con claridad.
Capacidad de los líderes políticos argentinos y su discruso
Quien no domina perfectamente el lenguaje y no puede expresarse con corrección, es incapaz de pensar correctamente y ello es porque a quien es incapaz de expresarse correctamente, su propio interior le resulta oscuro, citando a Dietrich Schwanitz.
En el otro extremo están aquellas personas con habilidad natural para el discurso, que hacen gala de una gran verborragia que solo desnuda su interior oscuro, pero que a la masa cada vez más inculta suelen atrapar como en una suerte de conjuro que los vuelve literalmente incapaces de ver la miserable suerte que ello les depara. Ningún país tiene futuro promisorio con esos líderes y el ejército de acólitos que los respalda.
Claro que hay una clase política, sindical y empresarial que encarna todos los males que le ocurren a la nación y, lo llamativo, es que un porcentaje muy alto de la sociedad es la que sostiene a los hacedores de todas las pestes que luego caen sobre ella misma. Es como allanar el camino al infierno para revolcarse en un barro de sangre y luego quejarse por ello.
Hay gente distinta, que vale la pena y lucha por el país
Pero no todos los argentinos somos así, hay gente trabajadora y honesta, dedicada y solidaria, grandes intelectuales y trabajadores de toda clase que son reconocidos y triunfan en el exterior y otros muchos que deciden quedarse y luchar por el país. Hay patriotas que aman a la nación y que trabajan de sol a sol, pero lamentablemente y aunque suene antipático y caiga mal, son una minoría cuyo esfuerzo no alcanza para cambiar el destino de oscuridad, pobreza e indignidad en el que ya estamos inmersos.
Los que se van del país buscando nuevos horizontes ya no son solamente los jóvenes, se van familias enteras, agobiadas por la inseguridad, la desastrosa economía y la invivible vida de todos los días. Es, desde luego, hasta internamente tormentoso decirlo, pero gran parte de la sociedad argentina es hipócrita, violenta, irrespetuosa y tremendamente deshonesta.
Hace décadas que vivimos de esta manera, y eso se debe a que simplemente así somos, aunque no todos pensemos de la misma forma. Los políticos en general son corruptos, pero algunos simplemente dan asco con solo verlos o escucharlos. Los sindicalistas son la mayor expresión de la podredumbre humana y están enquistados en el poder gracias al apoyo de muchos argentinos.
Entonces, qué nos queda, como podemos salir adelante en un país cuyos dirigentes son delincuentes, mentirosos, varios han sido terroristas asesinos y aun así se encumbran en espacios de poder gracias al apoyo de muchos argentinos, cuando en realidad deberían estar presos hace mucho tiempo.
La Justicia Argentina: calidad, moralidad y perspectiva
La justicia, decía José Ingenieros, “tiende a orientar la estimación hacia la virtud, el bienestar hacia el trabajo, la honra hacia el mérito; y es por eso, la cúspide imaginaria de la moralidad que solo puede admirar esos fecundos valores sociales”. En cambio, hoy, la justicia argentina es un caldero lastimoso donde habitan algunos jueces probos que andan como sombras abatidas luchando contra cerbero, rogando que el miedo no les haga daño. El resto, son simples pústulas que anidan en el tejido judicial prodigando una infección generalizada en un sistema que agoniza. Y aun en la palestra un mal llamado prohombre, cristaliza lo peor del ser humano sembrando mala semilla de la cual solo crecerá mala hierba, cuyos torcidos ideales solo pueden generar iniquidad y opresión sobre los honestos.
Es cierto que al final las cenizas nos igualan a todos, pero vivimos en un mundo terreno de experiencias sensoriales y materiales, algunas de las cuales nos acercarán al paraíso de los creyentes y otras al infierno, aunque para algunos, solo sea tierra y gusanos.
Valorar la patria, trabajar por el país
Mientras tanto debemos transitar por la geografía que hemos elegido, nuestro terruño, la patria del corazón. La nación que hemos conformado por generaciones. La patria de la vida civil es la que debe unirnos con principios morales comunes que generen un patriotismo nacional. Juan Bautista Alberdi decía “Los argentinos hemos sido ociosos por derecho y holgazanes legalmente. Quieren pan sin trabajar y prefieren vivir del mana del estado y por eso están desnudos, ignorantes y esclavos de su propia condición. ¿Qué duda cabe que la ociosidad es el manantial de la miseria?”
En su libro “Facundo”, Domingo Faustino Sarmiento hablaba entre tantas otras cosas, de la gran extensión de nuestro territorio y en uno de sus párrafos decía “[…] Esta inseguridad en la vida, que es habitual y permanente en las campañas, imprime, a mi parecer, en el carácter argentino, cierta resignación estoica para la muerte violenta, que hace de ella uno de los percances inseparables de la vida, explica en parte, la indiferencia con que dan y reciben la muerte, sin dejar en los que sobreviven, impresiones profundas y duraderas”.
Hay una frase interesante que dice “Regna cadum luxus surgum virtutibus urbe” Los reinos caen por el lujo, los pueblos se alzan por sus virtudes.
Palabras Finales
Es mi deseo más íntimo que algún día nuestra querida argentina salga de este pantano moral infecto en el cual está sumergida. Si lo logra o no, la historia lo dirá, pero algo es seguro, nada en el mundo se consigue sin dolor y sacrificio.